“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”,
Ecl. 3:1
Ecl. 3:1
Uno de los temas más difíciles para hablar es sobre el Tiempo. El diccionario lo define como: duración de las cosas sujetas a cambios, parte de esa misma duración; época durante la cual vive una persona o sucede algo. El tiempo para nosotros es absoluto; para Dios es relativo.
Para nosotros un día pueden ser también 24 horas ó 1,440 minutos, pero no más; un año son 365 días, ó 12 meses u 8,760 horas, pero no más. Para Dios, “un día es como mil años, y mil años como un día”, (2ª Pedro 3:8).
Los cristianos tenemos un gran problema con el tiempo, sobre todo por la dificultad para esperar. Alguien cantó alguna vez: “Sabia virtud de conocer el tiempo”. Todos quisiéramos saber sobre el tiempo: cuándo voy a morir, cuándo sucederá esto o aquello (una boda, encontrar al hombre de tus sueños, cuándo se salvarán mis familiares, cuándo se arreglará tal o cual cosa, cuándo cambiará tal o cual persona, etc.); pero cuando Dios habla o promete algo, casi nunca menciona la palabra tiempo PORQUE PARA ÉL, EL TIEMPO ES RELATIVO. ¿Qué importa cuándo van a cumplirse sus promesas o hacerse evidente su Palabra? Lo importante es que van a suceder, ¡se van a cumplir!
Dios no nos ve en base al tiempo, Él nos ve de acuerdo a sus PLANES y PROPÓSITOS para nuestras vidas. Él no piensa de nosotros: “a los tantos años te voy a bendecir, a los tantos días vas a pasar una prueba, a los tantos segundos se acabará la prueba…” Él solamente habla y su Palabra se cumple en nosotros. ¿Cuándo? ¡Qué importa el cuándo! Lo importante es CREER que esa palabra o esa promesa que Dios nos hizo SE VA A CUMPLIR… pero EN SU TIEMPO. Eso es lo que debemos tener en mente siempre: el tiempo para Dios es relativo.
En Habacuc 1:2 y 3 encontramos el problema que resulta en nosotros por querer conocer el tiempo: corremos el riesgo de perder de vista lo que Dios nos ha dicho, lo que nos ha prometido. Esto sucede porque nuestra fe va disminuyendo a medida que pasa el tiempo y no vemos la respuesta de Dios. Habacuc decía: “¿Hasta cuando clamaré y no oirás?” ¿Será verdad que Dios no oirá si clamamos a Él? ¡Claro que oye! Lo que sucede es que al pasar el tiempo y no ver la respuesta en el momento en que nosotros la esperamos o la queremos, empezamos a creer que Dios no nos oye.
En Habacuc 2:3 Jehová le responde diciendo: “Aunque la visión tardará aun por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”. En otras palabras: la visión se va a tardar todavía un tiempo. ¿Cuánto? No dice, solamente dice: espéralo, va a llegar. Y si Dios dice que va a suceder HAY QUE CREERLE Y ESPERAR EN ÉL.
Más adelante, en Habacuc 3:17 y 18, Habacuc le dice a Jehová: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”. Aunque estén las cosas como estén, aunque no suceda nada de lo que yo espero, me gozaré y me alegraré en Él. Esto expresa una confianza ciega en Dios, una seguridad de que Él es Dios y… ¡Él nunca miente!
Dios había anunciado el nacimiento del Mesías (Gál. 4:4); los profetas hablaron de ello muchos años atrás; pero pasaba el tiempo y como no sucedía, la gente empezó a dudar, dejaron de creer que sucedería. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo”, cuando Dios decidió que era el momento, que era Su tiempo, nació el Hijo de Dios. TODO TIENE SU TIEMPO, Y TODO LO QUE SE QUIERE DEBAJO DEL CIELO TIENE SU HORA.
Cuantas veces hemos estado orando por nuestra familia, por la crisis económica, por la salvación de alguien, por lo que sea, y como pasa el tiempo y no vemos que suceda nada nos desanimamos, dejamos de orar, dejamos de creerle a Dios. Cuantas veces Dios nos ha hablado y nos ha dicho: “te voy a sorprender con lo que voy a hacer”, “este es un año de milagros y señales”, etc., y como no sucede nada decimos: “Dios no habló, fue el hombre” o “¿hasta cuándo?” ¿Por qué tenemos que pensar siempre en el factor tiempo? ¡Dios nos habla, nos promete algo y queremos que suceda al día siguiente, o en una semana a más tardar! DIFÍCILMENTE Dios va a responder de inmediato, en el mismo momento en que promete algo, y no porque no pueda… ¿Por qué? PORQUE DIOS QUIERE QUE LE CREAMOS Y QUE ESPEREMOS EN ÉL.
Imagínense qué sucedería si Dios nos dijera: “el 15 de enero del 2012 voy a salvar a tu esposo”, ¿Qué pasaría? No oraríamos ya por él, al fin y al cabo Dios dijo que lo iba a salvar hasta el 2012. Mejor me espero hasta el 1º de enero de ese año para recordárselo a Dios. Dejaríamos de orar, dejaríamos de buscar a Dios, dejaríamos de esperar en Él, dejaríamos de confiar por fe en sus promesas. Quizás nos encontraríamos con algunos que ni así le creerían a Dios.
Es necesaria la paciencia para esperar en Dios (Sal. 40:1 – 4); es necesaria la fe para creerle a Dios (Heb. 10:35 – 39). No perdamos la confianza en Dios, porque a su tiempo será recompensada. Esperemos con paciencia el cumplimiento de la promesa. Tengamos fe y creámosle a Dios: ¡si Él habló, lo hará!
Es necesaria la paciencia para esperar en Dios (Sal. 40:1 – 4); es necesaria la fe para creerle a Dios (Heb. 10:35 – 39). No perdamos la confianza en Dios, porque a su tiempo será recompensada. Esperemos con paciencia el cumplimiento de la promesa. Tengamos fe y creámosle a Dios: ¡si Él habló, lo hará!
¿Cuánto tiempo hace que Dios te habló y te dijo lo que iba a hacer? ¿Cuánto tiempo hace que Dios te prometió algo? ¿Cuánto tiempo has pasado orando por algo o por alguien y parece que no sucede nada? Lee Salmos 37:4 y 5; 34:4, 6 y 17.
Por Alma Ponce.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario